ESPERANZA O EXPECTATIVA

Javier Castañeda Monter

Es bastante sencillo confundir la esperanza con expectativa, en muchas ocasiones el tema es de expectativa y se lo dejamos a la esperanza y al revés, ¿sabes cuál es la diferencia?, ¿sabes cómo diferenciarlas?

Obvio, claro que sí. ¿Entonces cómo es qué las confundimos con tanta facilidad?

Veamos algunos ejemplitos. . .

Yo estudie ingeniería, medicina, contabilidad. . . y tengo la esperanza de que mi hijo estudie lo mismo que yo, lo llevo a mi oficina, le comparto mis conocimientos, platico del tema con él, y llega el día de la elección de estudios y sin mucho miramiento me dice que quiere estudiar comunicación, que quiere ser artista, que quiere cantar en público, ¿cuál es la reacción?

Si me alegro y lo aliento, era esperanza; pero  si me duele, me molesta, digo que está bien, pero cuestiono de qué va a vivir, no lo apoyo, sin querer “queriendo” le meto el pie, entonces realmente era expectativa.

Y a veces con las mujeres es aún peor, si fuera el caso de hija y se quiere ir de artista, el nivel de frustración sería mucho más grande por los estigmas sociales en que vivimos.

Veamos otro ejemplito. . .

Me dice mi novio que me va a llevar a cenar, así que me arreglo, me llevo mí tiempo escogiendo la ropa, hago un esfuerzo importante para verme de lo mejor.

Llega mi novio y me lleva a cenar unos tacos ¿qué pasa por mi cabeza?, me da gusto ir con él claro, pero en el fondo ¿siento frustración?

Ante una situación determinada que “espero” que suceda, pero si no sucede me entra una cierta frustración, una cierta molestia, entonces había expectativa, no esperanza.

Muchas veces nos preguntamos ¿por qué me siento así?, si no era para tanto.

Reconocer que algo nos frustra, que estamos enojados, molestos por una determinada situación en la que habíamos puesto expectativas pensando que era esperanza desvía las emociones y no vivimos lo que tenemos que vivir en congruencia con nuestras emociones.

Es decir, evadimos la emoción asociada a la expectativa frustrada porque no “deberíamos” sentir ese enojo, esa frustración que es sumamente real.

Si pudiéramos decir que hay niveles emocionales en los cuales evadir una emoción puede no ser importante; por ejemplo si voy comiendo un delicioso helado, se escurre una gota y al chupar la misma empujo y tiro el helado, me genera un frustración que es emocionalmente frustrante pero no es importante, no pasa de ser anecdótico.

Ahora supongamos que estoy con quien quiero quedar súper bien, entonces la frustración tomará otro nivel emocional, no por el hecho de tirar el helado, sino por el hecho de quedar mal.

Si aparento que no pasa nada, pero realmente si me está pasando, se puede llamar evasión y la evasión emocional nos puede llevar a vivir en apariencias, sobre todo cuando lo hago de manera recurrente.

Estoy queriendo quedar bien, chupo el helado y lo tiro. ¿Evado la emoción o la enfrento?

De la respuesta es que soy capaz de diferenciar entre expectativa y esperanza.

Si la enfrento sé muy bien cómo se siente vivir en la esperanza, pues espero quedar bien, si no la enfrento de alguna forma me autoengaño, pues puse expectativas en las esperanza.

Este tema que es muy simple aparentemente, sin embargo es muy profundo en el día a día y me lleva a vivir con mucha plenitud o me lleva a vivir con mucha frustración.

Aprender a diferenciar este tema no es cosa menor, pues si tengo el hábito de auto engañarme, no estaré en condiciones de vivir de manera consciente de manera plena, más bien viviré “feliz”, con un sabor amargo que al darme cuenta que así es, no sabré cómo cambiar ese hábito, porque no sé cuál es el origen, de ahí la necesidad de pedir ayuda, de tener un espejo que refleje mi verdad para que me dé cuenta de ella.

Te invito a reflexionar en este tema, tan simple y a la vez tan complejo.

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